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Dignidad y valor

A los gladiadores, como dice Cicerón, los tenemos mal vistos si intentan salvar la vida por todos los medios; los aplaudimos si muestran ostensiblemente su menosprecio por ella.

SÉNECA, Sobre la tranquilidad del espíritu, 11.4


Los compañeros de universidad de Lyndon Johnson (expresidente EU) contaban una anécdota vergonzosa suya. Al parecer Johnson era un bravucón y tenía la necesidad de dominar e intimidar a los demás constantemente. No obstante, su biógrafo Rober Caro aclara que cuando alguien se le enfrentaba, resultaba ser un cobarde. En una ocasión, durante una discusión sobre una partida de póquer, en vez de pelear, Johnson se aventó a la cama y "empezó a patalear frenético en el aire... como una niña" Gritó: "¡Si me pegas, te pateo! ¡Si me pegas, te pateo!


Más adelante, Johnson también hizo hasta lo imposible por no combatir en la Primera Guerra Mundial y disfrutó la vida en California mientras otros soldados pelearon y murieron fuera del país. Sin embargo, aseguraba ser un héroe de guerra. Ésa fue una de sus mentiras más vergonzosas.


No es preciso que ignoremos nuestra seguridad física ni nos impliquemos en actos violentos gratuitos con tal de ser valientes. Sin embargo, nadie respeta a un cobarde, a nadie la cae bien quien elude su deber, nadie admira a una persona que valora en exceso su comodidad y necesidades.


Es la ironía de la cobardía. Aunque su objetivo es protegerse individualmente, crea secretos vergonzosos. La protección individual no vale la pena por todo lo que implica.


Sé valiente, ten dignidad.


Holiday, R. y Hanselman, S. (2017) Estoicismo cotidiano, Océano.

11 de Diciembre

Meditación sobre la mortalidad


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